Biografía no autorizada

El teléfono comenzó a sonar de madrugada y a Luis le pareció imposible porque no pensaba que existiera línea telefónica en esa parte del edificio.
Luis, no obstante, baja una planta y se dirige a la recepción donde sobre el mostrador de estilo modernista sigue sonando el molesto e insistente ring ring.
−Dígame− dice con voz muy baja.
Tras cinco segundos de silencio, una voz contesta:
− ¿Es usted Luis? ¿Qué está haciendo ahí, cómo ha entrado? −contesta la voz de una mujer mayor
Luis cuelga. Es cierto que él es un intruso y también es cierto que hace unos días compró un billete sólo de ida para llegar aquí. Estar aquí es necesario para conseguir una información importante para él, para un trabajo, pero no imaginaba que esta parte del edificio estuviera cerrada.
Había preguntado en el barrio, llamado “De los eucaliptos”, porque el edificio conocido por “El Retiro” no está abierto ya que en él se alberga mucha información, pero los vecinos no sabían nada del tema. En los años 40 y 50 fue un psiquiátrico donde pasaron parte de la guerra civil y de la posguerra enfermos mentales, y que en él estaba la historia clínica de una enferma en particular que le interesaba.
Así que a Luis no le quedó otra que trepar por el muro de un lateral y forzar la cerradura, para ello venía preparado con una cizalla.
Tenía que darse prisa, ya había revisado todas las dependencias inhabitadas desde hace 50 años y solo le quedaba el despacho.
Luis ha roto la cerradura y pasa al oscuro despacho por el que a través de una ventana entra tímidamente un poco de luz natural. Es una estancia de paredes verdes y muebles de madera de cerezo y un sofá granate de cuero con grandes cojines de colores chillones. A la izquierda un archivador de madera antiguo, con múltiples cajones, que llama su atención.
Luis rompe a golpes la cómoda donde habitan juntos, casi pegados, gran cantidad de archivos. Busca la letra G, “Gandía” pero no le aparece ficha de este apellido. Los nervios le están agobiando porque se van a dar cuenta de que falta, y entonces la cataplexia le ataca y cae sin poder evitarlo al suelo.
El teléfono suena de nuevo otra vez solo en su cabeza y, como si tuviera un resorte en el cuerpo, Luis cree levantarse bajando para contestar, pero se corta la llamada. Cansado, vuelve al despacho y despierto encuentra el archivo que buscaba. Lucrecia Gandía, apodada “LACARA” tenía su ficha propia:
Nombre: Lucrecia Gandía de los Álamos.
Fecha de nacimiento: 5/2/1918 en Madrid.
Casada, 4 hijos.
Fecha de ingreso: 11/3/1945. Ingresada por su marido, Juan José Mira Ruíz, el cual ha denunciado que “su mujer debe estar loca porque ha intentado clavarle un cuchillo de cocina cuando iban a tener relaciones sexuales”.
Diagnóstico: Esquizofrenia.
Terapia: administración de cardiazol para desencadenar en el enfermo crisis convulsivas.
Nota: 5/2/1958.” La paciente ha mostrado una gran resistencia por el dolor de la punción, ha quedado inmóvil y rígida segundos después de la inyección en la yugular. Ha dado un grito y ha comenzado a convulsionar. Hemos procedido a amordazar a la paciente y tras unos 2 minutos y medio de convulsiones, la paciente ha caído en un sueño comatoso”
El procedimiento descrito se ha realizado a la paciente una sola vez, quedando ésta en los intervalos en un estado de sosiego y paz, desapareciendo en ella los episodios esquizofrénicos. Firmado: Doctor Márquez de la Fuente.
Fecha del alta: ilegible
Luis mira la foto de la joven “Lacara” ensimismado en su belleza, pero despierta del letargo al oír unos pasos que suben por la escalera. Sale rápidamente del despacho a la habitación contigua y se esconde bajo la cama.
Los pasos se han parado enfrente de la puerta donde está escondido, y suena el chirrido al abrirse, Luis tiembla y cierra los ojos, un nuevo ataque de cataplexia le ha sobrevenido, pero le ha dado tiempo a ver la cara de otra persona que lo observa riendo.
−Luis despierta, soy yo ¿Cómo se te ocurre forzar la llave de mi despacho?
−Lo siento. ¿Qué ha pasado? No recuerdo casi nada.
−No te preocupes, debes llevar en esta parte del edificio unas 15 horas. En cuanto a la información de mí que has leído, decirte que nunca tuve esquizofrenia y sí estrés postraumático después de la guerra. Mi marido se enamoró de otra mujer e inventó la historia para internarme. Sólo estuve tres meses en el Retiro, pronto se dieron cuenta de la mentira.
Luis sonríe a la Doctora Gandía, y sale de su escondite. Esta psiquiatra era un personaje conocido en todo el país, con una biografía insólita y una eminencia en su campo y, ahora dirige el centro.
Luis cae en ese momento en que todo ha sido resultado de los sueños en cadena que le provoca la cataplexia, recordando el porqué de su vista al centro psiquiátrico. Entrega a Lucrecia el artículo periodístico que había encontrado en la hemeroteca que le llevó a investigar su pasado.
−Vete con los demás compañeros. Te están buscando para celebrar la fiesta de tu despedida, debes haberte quedado dormido bastante tiempo en el despacho. Mañana vuelves a casa después de tres días de ingreso. Te doy el alta: tener cataplexia no es una enfermedad mental, pero ser un cotilla es algo mentalmente no saludable, aunque sea para escribir una biografía.
−Es cierto, tenía que haberte pedido permiso, pero ¿ibas hacer caso a un loquito?
−Siempre supe que no eras un enfermo mental, desde que te vi. Los locos nos reconocemos entre nosotros y tú no me has reconocido. Así que entrégame el archivo que has cogido o te aseguro que no sales de aquí en la vida.
−Luis traga saliva, y ve en los ojos de LACARA la locura, entrega el archivo y se desmaya, quedando sumido en un dulce sueño debido a la cataplexia.

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