Estoy atiborrada, ésta sería una buena excusa para no escribir. Tengo pendiente el relato que Ruth me ha pedido para esta semana, nunca encuentro el momento para concentrarme. Y anda que no tengo ratos, minutos, horas, y oportunidades para escribir, pero inevitablemente lo dejo para después, para mañana, para pasado mañana. Hoy ya es jueves, y con la barriga llena me decido a mirar lo qué tengo que hacer. Empieza el telediario en la 1, y conectan con una rueda de empresa del Gobierno, allí están Fernando Simón con su camisa azul, sus anchas cejas desordenadas, el pelo alborotado y su nariz respingona de payaso. En el atril de al lado, el sudoroso Ministro Illa, con un semblante serio, anotando algo de vez en cuando con un boli bic en un folio. Qué pasará ahora, me pregunto. Quizás hayan encontrado un tratamiento efectivo, o puede ser que anuncien más contagios y nos tengamos que confinar de nuevo. Empiezo con el esbozo de mi relato: mujer, cincuenta años, enferma. ¡Joder! No quiero escribir desgracias, pienso. Atenta a la rueda de prensa, imagino a Fernando Simón, cual payaso de la tele, por ejemplo, Fofó diciendo con su útil nariz de payaso:
¿Cómo están ustedes? Bieeeeen contesto mentalmente. Pero aún no ha dicho nada, mira hacia el frente sonriendo. Simón empieza a hablar:
-Disculpen, estamos aquí para darles una información sobre el Covid 19. Es una información veraz, estudiada por los asesores sanitarios y por la OMS. La Unión Europea ha dado luz verde a que este nuevo dato se les comunique. ¿Quiere Sr. Ministro decir algo antes? dice Simón.
-Sí. Ciudadanos y ciudadanas. Primero agradecerles su atención. Ahora me figuro que Illa es Gaby, el único que tenía cierta cordura en los gags de la tele, el más inteligente de los cuatro. La noticia que vamos a darles, sigue Illa, afecta a un grupo de personas. Son personas creativas, que utilizan la palabra escrita para plasmar sentimientos, historias, deseos, etc. Te doy paso Simón, porque yo mismo soy uno de los afectados, no puedo seguir dice con la voz quebrada.
− ¡Qué intriga!, que lo digan ya, que tengo que escribir el relato de clase, digo en alto.
Simón se toca la ceja izquierda y dice: “se ha demostrado que las personas, podemos llamarles escritores, que escriben relatos de más de una página normalmente quedándose a lo sumo en tres páginas, son un 10% más propensos a enfermar de Covid. Afecta, por tanto, a principiantes, quedando a salvo nuestros grandes escritores y novelistas contemporáneos. Avisamos a los principiantes que tengan mucho cuidado, son un grupo de riesgo alto. Otra excepción, no afectados y a salvo, son los escritores de micro relatos”.
Dejo el relato que había empezado y que llegaba a cinco líneas de trayectoria, aliviada, pero pensando en qué puedo hacer con todos los relatos anteriormente escritos. Me levanto decidida y sin pensar, apago la televisión, entro en mi blog y suprimo cualquier rastro que lleve al virus a querer atacarme. Tengo que defenderme. Seguidamente voy a por el cuaderno de relatos escritos y lo quemo, ante la mirada atónita de mi perro. Rebusco en todos los cajones de casa, y encuentro algún cuento que destruyo sin seguridad si pudiera afectarme conservarlo, y solo dejo vivos mis poemas. Jódete Covid pienso y desinfecto toda la casa. Agotada, conecto en el enlace de Ruth, mi profesora de escritura creativa, y le digo: −Ruth, quiero escribir un libro, no quiero morir sin hacerlo.
Pero… Esto es un microrrelato!!! Qué hacemos ahora? Paloma, tienes que ponerte con la novela YA! No sea que el virus se entere…
En eso estoy precisamente gracias a ti.